Por: Luis Fernando Martínez P. (Ishka Stern)

A veces encontramos un viejo frasco que recuerda

de dónde brota viva toda alma que regresa.

                                                                                           Charles Baudelaire

El pasado miércoles 19 de julio, tuve la oportunidad de presentar el libro de poesía Frascos en Casa Tertulia, en el espacio Tertulia Librería Café, dentro del marco de la Beca de Espacios Independientes que ellos ganaron y quienes tuvieron la deferencia de contar conmigo para realizar la actividad de “Una hora, un poema”. Frascos es una antología plural y heterogénea editada por Andrés Torres, con quien en alguna época compartimos clases en la universidad, y que ese día, muchos años después, nos reencontramos y tuvimos el chance de reconocernos.  

Frascos es un libro, por ahora digital, que reúne varias voces, desde muy jóvenes, como las de Camila Galvis y Paula Díaz, hasta voces con una gran trayectoria literaria como es el caso del maestro Rubén Flórez, docente de la Universidad Nacional de Colombia y traductor del ruso.

La noche de luna creciente, enmarcaba y auguraba lo que sería un bello encuentro en el que la palabra y los asistentes se conectarían con una variedad de colores y aromas hechos de imágenes, al destapar los frascos y escuchar los poemas de algunos de los escritores que habían sido partícipes en la elaboración de este libro.

Inicialmente al dialogar con Andrés Torres, él comentó que escogió a los autores, teniendo en cuenta el recorrido y trabajo mostrado, destacando la labor de uno de ellos, Wilson Molina, de quien dijo que “Vivía la palabra y caminaba con ella para reinventar el mundo”. Además de reconocer, por supuesto, el trasegar de todos poetas que hacen parte de la antología.

El libro presenta imágenes de la obra realizada por la artista Ana Miranda, quien durante un tiempo se dedicó a reunir diferentes tipos de envases de cristal, para luego intervenirlos y convertirlos en bellas piezas artísticas que realzan el resplandor de la poesía aquí reunida.

En un país que poco lee, que vive más (pre)ocupado por sobrevivir día a día, el editar un libro de poesía se convierte en una forma de “Resistir al embate de este mundo, de este sistema económico que nos consume y consume nuestros restos de humanidad”, respuesta acertada de Andrés, quien con su calma introdujo a los espectadores por esa senda que los llevaría a la experiencia de escuchar, en la voz de los poetas, parte de los textos que habían sido seleccionados para esta presentación.

Uno a uno fueron sucediéndose los poemas, los versos, la conversación amena y desenvuelta que permitió conocer un poco de la vida de los escritores y de su trabajo, quienes además hablaron de su pasión por la literatura, de que sus letras surgen por una necesidad vital, por esa búsqueda constante por romper ataduras, por ser ellos mismos.

Para que el hombre encuentre de nuevo en

libertad el camino hacia el hombre.

Igor Caruso

Tuvimos la oportunidad de escuchar inicialmente a Paula Díaz, joven artista, licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, quien con palabras precisas devela sus emociones, volcándose en el papel para transformar la soledad en verso cálido, en encuentro, en claridad.

Luego Anderson Bernal, licenciado en Lengua Castellana, fotógrafo y librero, quien experimenta con la imagen y las palabras, propiciando que se indague el fondo de la condición humana, de develar —filosóficamente— el sentido y la trascendencia del ser.

Posteriormente el maestro Rubén Flórez, nos abrió su poesía llena de calles, de ciudad, de rastros y rostros de esta capital —de todos y que no le pertenece a nadie—. Nos llenó de noche con sus versos, asimismo, nos permitió mirarnos más allá como parte del andamiaje que construye camino en esta sociedad cambiante.

Andrés Torres, Paula Díaz, Rubén Flórez, Anderson Bernal y Wilson Molina. (Izq. a Der.)

El cierre estuvo a cargo de Wilson Molina, docente, actor, escritor, quien, con sus palabras pletóricas de fuerza, sinceridad y compromiso con la palabra misma, permitieron ver que la poesía es el florecimiento continuo del asombro, es esa luz que nos reinventa y nos reconoce, que las palabras pueden ser un universo que a su vez crea otros universos. La emoción de un niño, en las palabras de un hombre.

Con la compañía inesperada de los amigos, el brindis al final fue el colofón perfecto que nos envolvió en un abrazo, en el permanente sueño de seguir resistiendo con poesía, con libros hechos a pulso y llegar —así sea a un solo lector— para seguir abriendo y sembrado en lo cotidiano.